domingo, 15 de febrero de 2015

La oración simple.

Hola, hoy vamos a comenzar la clase repasando qué es un sintagma y los tipos que existen.

Hay que estudiar previamente la fotocopia de las categorías gramaticales para realizar correctamente un análisis morfológico.
http://es.slideshare.net/Quique_Castillo/el-sintagma-tipos?qid=fa4a623c-448e-4dc0-9099-159da6fc7646&v=default&b=&from_search=2

martes, 10 de febrero de 2015

domingo, 8 de febrero de 2015

Comentario crítico resuelto



Sobre la composición del comentario crítico

Hablando de lo que queremos
Creo que era Mark Twain quien decía que para iniciar una buena biblioteca lo primero era prescindir de todas las obras de Jane Austen. Pues bien, para hablar como es debido a los jóvenes (con intención educativa, claro está) lo primero es prescindir de los halagos. Quienes comienzan a tratar con ellos haciendo un panegírico de su autenticidad, rebeldía, altura de miras, etc., son en el mejor de los casos pésimos maestros y en el peor auténticos bribones. Me refiero a jóvenes en el sentido estricto del término, los menores de edad que aún no gozan de la plenitud de derechos civiles pero ya no son niños, es decir han pasado la pubertad. Una persona de veinticinco o treinta años aún es joven en muchos sentidos, pero no en el formativo que aquí me interesa.
Cuando se habla de temas relevantes y no por puro pasatiempo, el adulto que pretende ayudar a los jóvenes (es decir, educarles) debe aceptar su papel de razonable obstáculo, de relativo frustrador de expectativas tumultuosas. Como Hamlet al final del primer acto de su tragedia, el joven siente la impaciencia y el fastidio de haber llegado a un mundo mal hecho y verse en la necesidad de enmendarlo. El adulto debe representar ante él la realidad de ese mundo imperfecto, no para legitimar sus defectos sino para mostrarle que no son en la mayoría de los casos simples caprichos o muestras de mala fe, sino pruebas de la dificultad de convivir organizadamente con otros seres libres. En ocasiones, los aspectos menos amables del mundo son el precio de evitar males aún mayores y menos remediables. Convertirse en portador de esa mala noticia hace que el educador siempre caiga en ciertos momentos antipático a los neófitos. No tiene otra forma de ser honrado y cumplir su misión, porque cuanto crece —para hacerlo rectamente— debe apoyarse en lo que le ofrece resistencia, como la hiedra. Esto impone un equilibrio difícil, puesto que frustrar en ciertas ocasiones no significa desanimar en todas ni mucho menos acabar con los deseos juveniles de transformar y mejorar lo que hoy está vigente. El educador debe encarnar el papel de conformista solo para que el inconformismo de los jóvenes siga vías razonables.
Esto fue lo que yo intenté, con mejor o peor acierto, en mis charlas con escolares recogidas en Ética de urgencia. El título no engaña pero es reductor, porque en muchas ocasiones no fue de ética de lo que se discutió, sino de política, sobre todo de la necesidad de ser políticos y de prepararse adecuadamente para ello. En algunos temas el acuerdo relativo fue bastante fácil, en otros casi imposible. Las mayores resistencias las encontré al tratar el tema de la piratería digital y las descargas ilegales, que prácticamente todos asumían como un derecho (“la cultura debe ser gratis”, etc.) y hasta como un signo de identificación generacional liberadora frente a sus mayores. Pero en uno de los encuentros sucedió algo que me confirmó que nunca se discute en vano del todo. Tras haber defendido con energía los derechos de propiedad intelectual y la necesidad de legislar contra el robo consentido del “gratis total”, tropecé con la habitual barrera de resistencias y reticencias generalizadas. Solo una chica me apoyó con vehemencia y al final del encuentro se me acercó para testimoniarme que compartía mi punto de vista. Bromeando le dije que por lo visto estábamos ella y yo solos frente al mundo. “Es que yo quiero ser escritora”, me dijo. Vaya, al menos una había entendido el conflicto desde el lado del suministrador de contenidos y no del consumidor rapaz…
Fernando Savater en Mercurio, septiembre 2013





     Antes de  ponerse a escribir el comentario crítico, conviene realizar una mínima planificación del texto, que podría consistir en:
     1. Elaborar un esquema de ideas para que guíe la posterior redacción en párrafos. En este esquema se coloca en primer lugar la tesis o idea principal y a continuación los argumentos que la soportan (con tres está bien).
          Ej.-
Los adultos deben educar a los jóvenes mediante una razonable frustración.


porque
 


La educación consentidora los hace más vulnerables.
La autoridad adulta está cuestionada.
Los jóvenes necesitan límites y referencias para distinguir lo valioso de lo indigno.

     2. Atenerse a una organización textual, que bien podría ser la de un texto argumentativo de cinco párrafos:
          -    En el primero se comenta a modo de introducción el texto propuesto y se refieren sus contenidos fundamentales. A continuación, se indica que el texto que sigue versará sobre un tema concreto y la opinión que merece.
          -    En los siguientes párrafos, se desarrollan sucesivamente cada uno de los argumentos que soportan la tesis o idea principal.
          -    En el último párrafo se concluye además con la enunciación de la tesis o idea principal.
Primer párrafo:            Introducción

Segundo párrafo: Primer argumento

Tercer párrafo:            Segundo  argumento

Cuarto párrafo:            Tercer argumento

Quinto párrafo:            Conclusión



EJEMPLO DE COMENTARIO CRÍTICO SOBRE “HABLANDO DE LO QUE QUEREMOS” DE FERNANDO SAVATER QUE SIGUE LA PAUTA EXPUESTA

     Este artículo de Fernando Savater, filósofo, novelista y sobre todo, divulgador de saberes prácticos, escrito en la revista cultural Mercurio en septiembre de 2013, trata un asunto crucial en cualquier sociedad, más si cabe en la nuestra: la educación de los futuros ciudadanos. Toda enfermedad social tiene su tratamiento educativo. Y nosotros vivimos tiempos complejos en los que no es fácil educar ni dejarse enseñar. Así pues, frente a quienes halagan el oído de “la juventud mejor preparada de la historia”, Savater nos recuerda la necesidad de que todo educador sea un “razonable frustrador”, es decir, un apoyo que oponga resistencia a los prejuicios y comodidades  juveniles. En este sentido es visualmente oportuna la metáfora floral de la yedra que se afirma sobre aquello que la limita.
     Nuestro mundo líquido tiene puestas en cuestión todas las certezas: individuales, familiares, sociales. Sabemos por experiencia democrática que los modelos educativos autoritarios no logran ciudadanos más felices. Pero, tras un largo tiempo de educación consentidora y desvinculada, que todavía nos dura, en que padres y profesores han cedido a la voluntad juvenil, tampoco se ha alcanzado la mejoría. A veces por comodidad y a veces por compensación de las faltas propias de tiempos de escasez, se ha pretendido darlo todo, de forma inmediata y sin ningún esfuerzo. Se han querido evitar las fatigas. Pero sin fatigas los jóvenes se hacen más caprichosos, menos capaces y sobre todo, más infelices. Nada hay tan placentero como lograr los propósitos. Y ahí andamos, a la búsqueda del equilibrio; en cómo decir “no” sin desmontar vocaciones.
     Porque hay que reconocer que hoy es muy difícil ser adulto responsable; es más, es agotador ya que la autoridad está continuamente discutida. Antes procedía del conocimiento y de la experiencia que se transmitían de generación en generación. Pero hoy los mayores no lo tienen nada fácil ya que el saber está fracturado. En muchas ocasiones, sobre todo a partir del conocimiento on line, los jóvenes acceden a un saber preponderante del que los adultos están escasos cuando no ajenos.
     No obstante, tampoco lo tienen sencillo los jóvenes ya que están faltos de referencias y competencias para discernir y elegir entre tanta oceánica información. Y toda referencia necesita límites y señales a partir de los cuales relacionar lo que les sucede. Desde aquí, entiendo y comparto los argumentos de Savater. Si los adultos se ponen en el lugar de los jóvenes, es decir, ocupan su espacio estético mimetizando sus formas de vestir, su espacio comunicativo mediante la penetración en  las redes sociales, su espacio ideológico mediante el desencanto y la rebeldía, ¿qué lugar les cabe a ellos? ¿contra quienes abanderarán el progreso?
     En conclusión, quizá el actual desconcierto juvenil tenga mucho que ver con las contradicciones del mundo adulto, la falta de fronteras entre el bien y el mal,  la discordancia entre el sermón que les largan y el ejemplo que les muestran, la impostura de quienes nos gobiernan y administran…Y quizá no venga mal, para el mejor porvenir de todos, que los adultos se atrevan a desempeñar cotidianamente ese papel de “frustradores razonables”.
Antonio Gómez García